Gustavo Bellingeri: una vida de compromiso, memoria y lucha colectiva

La vida le enseñó temprano que la memoria y la resistencia son formas de amor. Desde entonces, Gustavo eligió la lucha como modo de vida, dedicándola a la defensa de las y los trabajadores de la televisión, y a la construcción colectiva. 

 
En la vida de Gustavo Bellingeri, la militancia no fue una elección, sino una herencia de amor y resistencia. La historia de su padre —militante de la resistencia peronista, detenido en dos ocasiones y desaparecido durante la última dictadura cívico militar— marcó a fuego su infancia y su futuro. Desde entonces, entendió que la justicia y la organización colectiva serían el camino al que dedicaría su vida. 

“Mi vida cambió a los nueve años cuando se llevaron preso a mi papá por primera vez durante la dictadura de Lanusse”, recordaba. Su niñez quedó marcada por la oscuridad de la época, pero también por la resistencia: los allanamientos, las visitas a las cárceles, el exilio y, años después, la desaparición de su padre en 1977. Junto a sus hermanos, encontró en los organismos de derechos humanos —en Familiares y en las rondas de las Madres de Plaza de Mayo— un espacio de contención y de lucha. “La militancia forma parte de mi vida, lo hago desde muy pequeño, me constituye”, no dudaba en afirmar.  

A principios de los años ochenta comenzó a trabajar en Canal 2 de La Plata, un espacio que fue orgullo de la ciudad y que permitió generar contenidos locales en tiempos de grandes cambios. Desde allí se involucró en la defensa de las y los trabajadores de la televisión, convencido de que cada derecho conquistado se logra con organización y solidaridad. 

Durante la década del noventa fue protagonista de una de las luchas más emblemáticas del SATSAID: la resistencia al cierre de Canal 2. En 1996, junto a su compañero Rubén Salerno, realizó una huelga de hambre en el hall del COMFER que duró dos semanas, reclamando la reapertura de la emisora y la reincorporación de los despedidos. Esa acción, inédita en la historia de nuestro querido gremio, se convirtió en símbolo de compromiso y entrega. 

Su trayectoria dentro del sindicato continuó creciendo. En 1998 asumió como secretario de Organización en el Consejo Directivo Nacional, y años más tarde como secretario Gremial, cargo desde el que impulsó negociaciones y acuerdos que fortalecieron los derechos del sector en todo el país. Con la misma firmeza con la que defendió cada puesto de trabajo, supo también tender puentes, dialogar y sostener la unidad gremial. 

Quienes compartieron con él años de militancia sindical destacan su convicción, su capacidad técnica, su honestidad y su sensibilidad con cada compañero y compañera. 

Pero además de su labor gremial y militante, formó una familia junto a su compañera de vida y fue un padre presente, dedicado y afectuoso. 

A lo largo de las décadas, Gustavo Bellingeri fue mucho más que un dirigente: fue un trabajador comprometido con su historia, un militante de la memoria y un ejemplo de coherencia.